Una China para el Nuevo Chile: Notas en Construcción [Actualizado 04/01/2022]
El triunfo histórico de Gabriel Boric ya ha quedado plasmado en los anales de la historia de Chile. Su juventud, trayectoria política y convicciones han sido resaltados por los medios de comunicación chilenos y extranjeros. Durante todo el día posterior a la elección, el apellido del presidente electo fue tendencia en Twitter en Holanda, país donde actualmente resido. El mundo ya comienza a conocer su nombre, ahora queda esperar a que el nuevo presidente de Chile comience a comunicarse con el mundo.
Aquí comparto algunos lineamientos de mi propuesta para unas relaciones con la República Popular de China (RPC) con un carácter de izquierda. Estas son reflexiones en construcción que buscan reflejar tanto lo que estas relaciones han sido en los últimos 50 años como lo que podrían ser bajo los principios que guíen al gobierno del Presidente Boric.
Las relaciones con la República Popular de China son de la más alta importancia para nuestro país. Beijing no es solo nuestro mayor socio comercial y un inversionista estratégico en la región, sino también un actor gravitante en la política mundial. Nuestro presidente electo ha señalado que entiende la importancia de la relación comercial, sin embargo, a diferencia de su opositor en la carrera presidencial, también valora la universalidad de los derechos humanos. ¿Qué significaría esto para una nueva etapa de la política exterior chilena? ¿Cómo una política exterior basada en principios podría afectar los intercambios comerciales? ¿Qué significa esto para el medio ambiente? Estas son algunas de las preguntas candentes del momento.
A continuación señalo tres líneas de reflexión que guiarán un nuevo tipo de relación con la RPC. Estos son: medioambiente, derechos humanos y una política basada en principios. Debo señalar que creo que la postura de Gabriel Boric es la correcta. Esto no tiene que ver solamente con que compartimos ideales similares. Mi visión se nutre de mi experiencia viviendo y trabajando en distintos lugares de la RPC, investigando entre los trabajadores más precarios cuyo esfuerzo se cristaliza en los bienes que disfrutamos, y estudiando la experiencia de las minorías étnicas, con un interés particular por la comunidad Uigur, de la que se ha escuchado mucho en la prensa internacional últimamente.
Medioambiente y desarrollo sustentable
Lo central de esta nueva etapa es mantener y expandir nuestras relaciones comerciales con el fin de evitar nuevas dependencias. Esto incluye cultivar sanos intercambios con la República Popular de China en materia comercial y expandirlos a asuntos de desarrollo social y medioambiental donde el país asiático ha tenido tantos aciertos. Pero de igual manera, debemos resguardar nuestra soberanía con el efectivo cumplimiento de las normativas vigentes y la diversificación estratégica de nuestros socios comerciales para protegernos de nuevas relaciones de dependencia que limitan nuestros horizontes de desarrollo. En este sentido, resultaría positivo consolidar relaciones comerciales transnacionales en nuestra región, tanto como acercarse de forma sustentable a los países con economías robustas en Oceanía, África y la gran Eurasia.
Pensando en términos de las transiciones energéticas y la estrategia de varias empresas chinas por liderar los mercados de tecnologías “verdes”, resultará crítico pensar el futuro de las empresas del litio y del cobre. El Presidente electo Gabriel Boric ha hablado sobre la explotación estatal de estos recursos naturales, pero no parece haber claridad sobre la transformación estructural de la matriz productiva. Por una parte, debemos ser conscientes que las industrias del litio y del cobre no son “verdes” en sí mismas. De hecho, involucran intervenciones medioambientales con graves consecuencias para la biodiversidad, lo que debe ser integrado en las calculaciones de formas sustentables de explotación del litio y del cobre en el marco de industrias extractivas nacionales.
Por otra parte, si consideramos las estrategias comerciales de empresarios chinos (que a su vez compiten con otros actores transnacionales y translocales), tendremos el triple desafío de habilitar el acceso a nuestros recursos con la explotación sustentable (o lo más cercano a aquello) y la transferencia de conocimiento y tecnología (a través de inversiones conjuntas). En esto tenemos mucho que aprender de la estrategia china de tranferencias de capital transnacional en el periodo 1980–2012. Una diferencia crítica a considerar es que el gran incentivo que ofreció la RPC fue su populosa demografía manifestada en masa de trabajadores y de consumidores. En nuestro caso, aventuro que la calidad de nuestros trabajadores, el alto nivel de nuestros profesionales y universidades, en combinación con la posición favorable de Chile en el sistema de intercambio global pueden resultar muy atractivos, pero mayor coordinación (y modernización) es necesaria. El objetivo del nuevo gobierno debería apuntar hacia una complejización de la posición de Chile en las cadenas transnacionales de valor que aseguren mayor transferencia de capital y reduzcan la dependencia de actores hegemónicos.
Derechos humanos
Es importante que las relaciones sino-chilenas maduren y sean representativas de un nuevo modo de hacer política exterior. Esto significa ir más allá del orientalismo prevalente y de una reducción de la interacción a lo puramente comercial. Chile no debe temer hablar sobre derechos humanos con Beijing, de la misma manera que el presidente Ricardo Lagos le comunicó a su par estadounidense que no formaría parte de la coalición para invadir Irak en 2003.
Si queremos mantener un diálogo sincero sin perjudicar la confianza creada, habrá que ser táctico en las formas de la comunicación. Levantar acusaciones sin corroboración en foros internacionales no es la vía. Si tomamos el caso de Lituania como ejemplo, vemos que estas prácticas solo dañan las relaciones y no aseguran ni la posibilidad de conducir investigaciones al respecto (la Oficina del Alta Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU aún no ha podido acordar las condiciones necesarias para investigar autónomamente la situación del pueblo Uigur en Xinjiang) ni de revertir las situaciones acusadas (la imposición de reglas antidemocráticas en Hong Kong continúa a pesar de la oposición internacional y transnacional).
Con esto no quiero decir que no hayan razones para manifestar preocupación. De hecho, hay investigación abundante realizada por respetables antropólogos, sociólogos y otros especialistas sobre abusos a los derechos humanos en China continental y Hong Kong. Sin embargo, en un país donde las prácticas del “socialismo realmente existente” aún prevalecen, es relevante mantener la armonía en público y levantar nuestras preocupaciones en privado. Aún más importante, nuestro diálogo bilateral no debe tener el tono paternalista e injerencista de varias intervenciones realizadas por Occidente. Más bien, debe ser un diálogo sincero cuyo punto de inicio sea el reconocimiento de las propias catástrofes e injusticias humanas, de las que el nuevo gobierno pretende hacerse cargo. En este sentido, nuestra aproximación debe ser mutuamente constructiva, especialmente en esas materias de derechos humanos donde Chile tiene algo que contribuir, como en reintegración social o las relaciones con los pueblos indígenas.
En contextos multilaterales, será crucial para Chile mantener su autonomía, sin perjudicar nuestros intereses comerciales. Esto significaría no tomar parte en actos de intervención o denuncia que pudieran ser tendenciosos, malintencionados o injustificados. No tenemos que sentir presión por alinear nuestros actos con los de Alemania, el Reino Unido o los Estados Unidos. Es más, debemos actuar como un país emancipado, capaz de producir su propia aproximación a las relaciones internacionales y su propio conocimiento sobre las alteridades globales. Esto supone fortalecer el rol de la embajada en Beijing para investigar e informar al presidente acerca de la situación local, asímismo como fomentar la consolidación de una academia de estudios internacionales y de área en Chile que pueda proveer el conocimiento y consejo necesario para guiar la política exterior del país. Necesitamos funcionarios que entiendan y puedan navegar las mentalidades y prácticas locales con el fin de producir una reflexión desde nuestros ojos sureños.
Aunque suene abstracto e impracticable para las mentes de la realpolitik, lo que aquí señalo tiene sentido en cuanto hay principios que guíen nuestro actuar, como país, como personas, y más aún, como militantes de izquierda. A modo general, los principios de igualdad, justicia, autonomía y dignidad deben diferenciarnos. Si algo podemos aprender del Partido Comunista de China es que en materia política los principios son la base del así llamado pragmatismo, eso es lo que les diferencia de otras formas de pragmatismo político.
Un nuevo paradigma de izquierda
Debemos ser capaces de articular un nuevo paradigma para una izquierda sin temor de su propia sombra. En un contexto global donde la creciente influencia de grupos hiperconservadores ha afectado gravemente la discusión pública, con la utilización de noticias falsas y otros recursos retóricos abusivos, la izquierda debe ser más consciente y proactiva. La campaña de Gabriel Boric fue un gran ejemplo de una actitud que debe ser formativa de nuestra militancia. Mientras las elites tradicionales y sus nuevos pretendientes pierden la vergüenza y embarran la actividad pública con su corrupción, sus mentiras y su vulgaridad, es un deber de la izquierda el mantener los estándares de probidad y dignidad que cementen la confianza social.
Nuestra propuesta internacional debe conceptualizar las contradicciones principales y secundarias del actual momento histórico. En el caso de nuestra relación con la RPC, tenemos que resolver la contradicción entre los intereses comerciales y los políticos (en cuanto a soberanía) y entre matriz productiva y resistencia al cambio climático. Por una parte, debemos alcanzar un balance delicado entre la promoción del intercambio comercial y la posibilidad de conducir un desarrollo local sostenible y sustentable. Por otra, tenemos que restructurar nuestras formas de producción para reducir el impacto del cambio climático y simultáneamente mejorar la calidad de vida de los habitantes de Chile.
Si articulamos nuestro discurso de una manera constructiva y que refleje preocupaciones similares a las manifestadas por los líderes chinos a lo largo de la historia del Partido Comunista, creo que seremos capaces de encontrar nuevas sinergias que nadie en nuestra región ha explorado aún. El enfoque del desarrollo centrado en las personas, la construcción de una Civilización Ecológica y la comunidad de destino compartido son algunos de los conceptos centrales en la visión y práctica política de Xi Jinping a través de los cuales podemos iniciar un diálogo donde nuestros intereses y principios tengan cabida. Esto significaría hablar desde el conocimiento de nuestra contraparte en lugar que desde el prejuicio, justificado en un entendimiento mutuo de equidad posicional en la relación, donde el Estado, la universidad y las organizaciones de la sociedad civil coordinen su praxis.
En conclusión
La relación comercial es importante y necesaria, pero eso no debe limitar nuestro actuar autónomo y soberano. Chile debe colaborar en la construcción de mecanismos internos, regionales y transregionales que permitan transferencias justas de valor (que se materialicen en empleo y desarrollo social), que reduzcan la dependencia de nuestro país a un centro industrial y que sea sustentable con el medioambiente. Esto implica asumir el triple desafío de redefinir las relaciones desiguales entre estados-nación, dentro de estos y entre seres humanos y naturaleza.
Tenemos que ser conscientes de que la opinión de la República de Chile poco importará para cambiar la ruta política de otros países. Fuera de cualquier pretención de injerencia, nuestra propuesta debe ser de diálogo civilizacional (un concepto ya instalado en la RPC) con una perspectiva de izquierda. Esto es, trabajar en conjunto por superar “la esfera de la necesidad", celebrando aquellos aspectos que definen nuestra condición humana y nos permitan consolidar “la esfera de la libertad”. Lo que propongo, en la misma dirección de lo señalado por Gabriel Boric, es actuar basándonos en principios universales que posicionen nuestra práctica como un referente para las izquierdas en el mapa geopolítico mundial.